Carta Abierta al Amor

AMOR:

No resulta fácil iniciar una carta dirigida a tí; mi cesto de papeles lleno, lo garantiza. Sin embargo, cuánto se ha escrito acerca de tí; cuántos poetas te han inmortalizado. Cuantos hemos soñado recitando los poemas de Bécquer, o nos hemos sorprendido recordando a ese amor que nunca pudimos olvidar, al leer el poema número 20 de Neruda.

Pero, ¿sabes amor? Hoy quiero escribirte. Para agradecerte, agradecerte por estar, por ser...

Te vi de muchas maneras mientras caminaba en mis recuerdos. Te vi en ese pequeño de seis años que tiembla de pies a cabeza como un gorrión asustado, al terminar su primer día de clases y esperar en la puerta de la escuela a que su mamá vaya por él; y el corazón darle un vuelco al verla, y saber que no la perdió, que está allí; y el amor que se inmortaliza en esos ojos que se encuentran en un instante; madre-hijo; hijo-madre.

Te vi en ese primer beso, beso inocente, beso candoroso; claro, después besamos y somos besados muchas veces; pero ese, ese primer beso, quién lo olvida, quién puede escapar al embrujo de recordar la emoción especial que se sintió, y tú, Amor, intensamente presente.

Te vi en esa mano que se resiste a soltarse de aquella a la cuál permaneció unida por muchos años, y que ahora la muerte cruel arrebata de su lado.

Te vi Amor, te vi en esos ojos que se humedecen, al observar la bandera de su patria, o escuchar su himno nacional, cuando se está a miles de kilómetros de distancia, pero tan cerca en el corazón.

Te vi de tantas maneras, te vi en ese hospital, transformado en manos que cuidan al doliente, que secan una frente perlada de transpiración, que cierran unos ojos que ya no ven.

Te vi en la cárcel, en el orfanatorio, en el asilo. Te vi en la iglesia, en esas manos gastadas que unidas imploran; en el quirófano, en la maternidad, en esa noche de Navidad.

Pero déjame decirte algo que me duele, casi nadie te vio. Pasaste desapercibido. Veían demasiado "amor" como para verte a ti AMOR. Es que a ti te escriben con minúscula, por eso no te ven. No eres pasión violenta, sino suave ternura; no eres fuego abrasador, sino tibieza pura; no eres trueno que ensordece, sino silbo apacible. Y la costumbre es ver pasión, fuego, trueno; pero tú sigues, no te das por vencido.

¡ Cuánto ganaríamos si dejáramos de ver las "grandes" historias de amor!, y en su lugar viéramos esas pequeñas historias de amor de cada día; que no salen de la pluma de Shakespeare, sino de lo cotidiano, y los protagonistas no son esos pomposos personajes de novela, sino personas comunes y corrientes llamadas Juan, María, Antonio o Ana.

Amor, quiero evocarte, quiero redimir el tiempo perdido, quiero volver a descubrirte; quiero ser ojo, beso, mano...
Quiero ser mejor padre, hijo, nieto, marido; mejor vecino, ciudadano, amigo.

Quiero ser esa mano amiga que se extiende para dar, no para recibir; para acariciar, no para golpear. Esa boca que se acerca para besar, no para insultar.

Amor, quiero empezar ahora, hay mucho por hacer. ¿Me acompañas?
Y usted amigo, ¿Qué espera para amar? Lo espero, lo esperan.

Pastor Sergio Romero
 






“Aunque la higuera no florezca, Ni en las vidas haya fruto, aunque falte el producto del olivo, los labradores no den mantenimiento, ni haya vacas en los corrales; aun así, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi salvación”